El pasado lunes de Pascua amanecíamos con la noticia del fallecimiento del papa Francisco. Tras doce años de pontificado y meses de una enfermedad respiratoria el desenlace no se hizo esperar. A partir de ese momento no cesaron las crónicas, los análisis, debates y tertulias sobre la vida del papa y su legado, valorado por unos, cuestionado por otros. Como casi todo en nuestro tiempo la muerte del papa se utilizó para la polarización. No faltaron tampoco quienes empezaron a hacer quinielas para adivinar el nombre del próximo papa. Quizá vivamos tiempos de un exceso informativo, imágenes y estímulos que nos impiden hacer un análisis de la realidad más sereno, más posado y más reflexivo. Quizá la inmediatez y la velocidad de las redes nos estén llevando a pasar por este, como por tantos otros acontecimientos de la vida, de puntillas. Imposibilitados para ir más allá del titular, del zasca o de la frase lapidaria con la que pretendemos entender la realidad y a nosotros mismos.
Sin embargo, los acontecimientos, las personas, la vida en sí misma, camina y se hace inteligible por otros derroteros bien distintos y mucho más cercanos a la respiración pausada y contemplativa que al estrés de la noticia rápida. El papa Francisco, por ejemplo, ha sabido moverse en el mundo de la comunicación trasladando un mensaje claro de una Iglesia inclusiva, respetuosa con los alejados y, sobre todo, cercana con las diversas formas de pobreza e indignidad humana. Su magisterio nos ha hecho recordar vivamente la necesidad del cuidado de la creación, la importancia de vivir la alegría del evangelio, el anonimato de la santidad, la importancia de bendecir, la belleza del amor, la fraternidad humana, la sinodalidad y tantos otros temas que son ventanas abiertas para posibilitar el diálogo y el discernimiento, para provocar procesos inspirativos que ayuden a caminar en la fe al hombre y a la mujer del siglo XXI. La fe, lejos de dogmatismos y certezas absolutas, necesita aprender a caminar por los senderos de la duda, de las preguntas sin respuesta, del diálogo con los de fuera… Parafraseando el discurso inicial de la película Cónclave: «Si solo hubiera certeza sin la duda, no habría misterio. Y, por lo tanto, no necesitaríamos la fe».
Pronto será elegido un nuevo Papa y otra avalancha informativa nos podrá llevar a la anécdota o al mensaje, a lo principal o a lo accesorio. En definitiva, la elección es nuestra, eso sí, siempre es bueno contar con la ayuda de otros para que nos hagan ver la riqueza y los matices de aquello que miramos. Gracias Francisco.