Vivimos tiempos de hiperespecialización, pero este es un fenómeno relativamente reciente. Sin necesidad de recurrir al CIS, estoy en condiciones de sostener que no menos de un 87,4 por ciento de quienes han oído hablar de Pitágoras afirmarían que fue un matemático griego.
“Hombres del Renacimiento”
Y no les faltaría razón, pero Pitágoras fue antes un filósofo (amante de la sabiduría, de hecho, se le atribuye la paternidad del término) que estimuló el estudio de la medicina, cosmología, política o ética. Por otro lado, un 99,6 por ciento dirían que Aristóteles fue un filósofo… que escribió sobre astronomía, biología, lógica, metafísica, ética, política, física, etcétera, etcétera. A esto lo llamaron ‘polímata’ (el que sabe muchas cosas). Y las cosas siguieron así, más o menos, hasta el Renacimiento. Un “Hombre (o Mujer) del Renacimiento” era -y sigue siendo- una persona que sabe casi de todo. El arquetipo es Leonardo, un individuo que lo mismo diseñaba una receta de cocina que una máquina voladora, o pintaba la obra más valorada, protegida y visitada del Museo del Louvre.


