jueves, 2 octubre 2025

Celebrar un aniversario

Francisco Javier Caballero, CSsR

Estamos en el décimo aniversario de la Carta Encíclica del papa Francisco, Laudato si’. Parece mentira pero ha pasado ya una década desde su proclamación y 800 años desde el texto original de Francisco de Asís que la inspira. Esta efeméride me suscita algunas cuestiones que quiero compartir en este mes de octubre, arranque real de nuestro curso pastoral.

La primera es que estamos en tiempos de aniversario. Tiempos de recuerdos. Y es bueno tener memoria para descubrir que no estamos improvisando y que buena parte de nuestras intuiciones tienen su apoyo en el tiempo y en la fidelidad de los tiempos. Para caer en la cuenta de que la novedad no es tanto el cambio de las cosas, cuanto la vida en intensidad de las mismas. Por eso el seguimiento de Jesús siempre es nuevo y original cuando, con fidelidad, recrea el discipulado sincero y la adhesión del corazón.

La segunda, sobre todo para aquellos más escépticos y escépticas respecto a la Laudato si’, que los hay y sigue habiendo, que el cuidado de la casa común, la ecología del cuidado y la armonía de la creación, no son alegatos ni ocurrencias de nuestra era contemporánea. Son principios de nuestra experiencia creyente como bien atestigua el Santo de Asís. El mejor cuidado de la ecología integral es el reconocimiento de la persona y sus posibilidades de desarrollo en comunión y fraternidad. Aspectos que, como bien sabemos, están gravemente amenazados por nuestra inconsistencia sostenida en un progreso aparente. El mayor atentado contra la ecología es la negación que estamos propiciando a los pobres en sus derechos, en su tierra y en su futuro. Atenta contra el don sagrado de la creación la contaminación, por supuesto, pero también la pólvora, el hambre, la sed, la negación de casa común y, evidentemente, la muerte.

La tercera es que, ante todo, la Encíclica que recordamos es un bellísimo canto de agradecimiento por los dones recibidos que no son mérito nuestro, sino regalo inmerecido. La gracia de la creación es el reconocimiento de un espacio de vida y para la vida a la criatura más querida del Padre que es el ser humano. Nos devuelve, por tanto, la experiencia de sabernos cuidados y mirados con amor. Y, además, con el mensaje inequívoco de que para que así sea hemos de ser capaces de disfrutarlo en común, con solidaridad y fraternidad, con vida compartida y cuidada.

Un aniversario, en efecto, puede ser una fecha para dejar pasar. Para mencionar en una celebración y no volver sobre ella… Pero también puede ser una oportunidad para despertar la conciencia y hacernos responsables de no caminar solos y desde el egoísmo de cuidar solo la propia historia. El mejor signo de conversión ecológica es hacer de la propia vida un espacio para la comunión, para el compartir, para las posibilidades celebradas en común, para el abrazo, la misericordia y el perdón. El mejor canto ecológico no es pintar el horizonte “de verde”, es mirarnos a los ojos con conciencia de hermanos.

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