Es fácil caer en el bucle y convertir la preocupación en una especie de “adicción”. Nos acostumbramos a estar en “modo alerta”, a prever lo que pueda pasar, a mantener la mente ocupada constantemente, ya que no sabemos ni vaciarla de pensamientos, ni cómo llevarla a la calma.
El intento de controlar todo
Nos hemos convencido de que cuantas más vueltas le demos a las cosas y más precavidos seamos, mejor podremos controlar el resultado de nuestras acciones, y nos aseguramos de que todo irá bien. Pero de lo que no nos damos cuenta de que éste puede ser el camino más corto para alejarse del disfrute y caer en la ansiedad continua.