viernes, 24 octubre 2025

Tu sabes que te quiero

Arsenio Díez, CSsR

Hay un personaje, condenado por el pueblo cristiano al fuego eterno del infierno, llamado Judas. De mala fama y peores hechos, nos puede ayudar hoy en nuestra reflexión de fe al borde de una nueva Semana Santa.

En un pueblo salmantino

La siguiente historieta, me la contó un cura párroco del Norte de España y dice que “en un pueblo de Salamanca, llamado La Alberca, todos los años se repite la misma y macabra escena: un grupo de mozos lanza a Judas, representado en un gran saco de paja, desde la torre del campanario. Al llegar al suelo, Judas, es decir el monigote de paja, se deshace. Luego se le prende fuego, entre el griterío, la burla y los aplausos de la muchedumbre. Y así, cada año, el pobre Judas es condenado a las llamas eternas, por traidor”.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Inicia sesión para desbloquearlo.

Reciente

Sepulcros blanqueados y cucarachas panteoneras

En verano visité el santuario gallego de San Andrés...

En María está nuestra historia

En María de Nazaret está nuestra historia, la historia...

Celebrar un aniversario

Estamos en el décimo aniversario de la Carta Encíclica...

Newsletter

spot_img

Otras historias

Inteligencia artificial e inteligencia humana

Dos dicasterios de la Santa Sede, el de “Doctrina...

Historias para no dormir

Escribo estas escalofriantes letras, para los amigos de Icono,...

Recuperar la luz

“Hoy tienes luz, te había faltado estas semanas”. La...

Rafael Reina o el arte hecho silencio, contemplación y fuego fundido

En el Albaicín granadino Este mes nos paseamos por el...

El derecho a la intimidad personal y familiar

Aún siendo este un derecho fundamental y lejos de...
spot_img

Sepulcros blanqueados y cucarachas panteoneras

En verano visité el santuario gallego de San Andrés de Teixido, al que “va de muerto (encarnado en animal) quien no fue de vivo”...

En María está nuestra historia

En María de Nazaret está nuestra historia, la historia de la Iglesia inmersa en la humanidad común. Encarnándose en ella, el Dios de la...