Lo dice el Señor al profeta, lo dice señalando a David, al más pequeño de los hijos de Jesé, al escogido para rey de Israel: “Anda, úngelo, porque es éste”.
En su confesión, lo dice agradecido el salmista que ha encontrado asilo en la serena paz de la casa de Dios: “Me unges la cabeza con perfume”.
En el libro de los signos, lo dice el evangelista que narra el encuentro de un ciego de nacimiento con Cristo Jesús, con el que es la luz del mundo: “(Jesús) Escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: «Vete a lavarte a la piscina de Siloé»”.