En verano visité el santuario gallego de San Andrés de Teixido, al que “va de muerto (encarnado en animal) quien no fue de vivo” si desea alcanzar el Cielo pues, según la leyenda, Jesús prometió al Apóstol que no le faltarían los peregrinos que, con gran devoción popular, le llevan velas y exvotos para pedir favores o agradecer los recibidos.
Promesas que santifican
Me llamó la atención una pareja arrodillada ante el altar a la que la sacristana daba toques en la frente con una imagen del santo mientras pronunciaba una oración. La escena se repetía con cada uno de la larga fila que esperaba asegurarse con el rito, la entrada en el Reino de acuerdo a la promesa al discípulo, cuya barca, dice otra leyenda, naufragó y se petrificó en los acantilados más altos de la Europa continental, de hasta 620 metros, en uno de los cuales se alza la iglesia.