La separación de una pareja supone la interrupción de la historia de la vida de cada uno de ellos y de la que han conseguido juntos. El impacto emocional de la separación dependerá de muchos factores (desgaste de la relación, infidelidad, malos tratos, si es de mutuo acuerdo o decisión de uno solo de los miembros…)
El inicio del final
Lo habitual es que uno inicie la ruptura y el otro se quede atrás. La primera se siente insatisfecha y busca el apoyo de los suyos (proceso de desprendimiento), mientras, la otra persona puede negar la evidencia y autoconvencerse de que “todo va bien y ya se le pasará”. Esto lleva a una situación en la que ambas partes se justifican a sí mismos y culpan a la otra. Al final, la persona que decide la ruptura lo hace con sentimiento de culpa, y la otra se siente traicionada. Las auténticas víctimas de esta situación, suelen ser los hijos que en ocasiones tienden a culparse, ellos a sí mismos y a fantasear con que vuelvan a estar juntos.


