Comencé este artículo cuando todavía el cuerpo del papa Francisco yacía en la capilla ardiente en el Vaticano antes de ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor según su deseo bajo una sencilla lápida con el nombre en latín y una cruz como todo adorno.
Una bendición que llevó al Cielo
Fue el sepelio papal más contemplado de la Historia, también por la personalidad del fallecido pontífice a los 88 años, que cautivó al esforzarse hasta el último momento a pesar de su evidente debilidad en celebrar la Pascua de Resurrección e impartir sin apenas fuerza la bendición Urbi et Orbi. También recorrió la plaza para saludar desde el “papamóvil” a los congregados. Como si acercándose al final, hubiera decidido hacer lo que deseaba.